¿De qué hablo cuando hablo de Terapia Breve?
De qué hablo cuando hablo de Terapia Breve
(por Víctor Amat. WWW.CETEBREU.ES)
Después de haber leído a Haruki Murakami, el escritor japonés, siempre pensé que me hubiera gustado escribir algo copiándole el nombre de alguna de sus obras. Soy así de mitómano. Él tiene dos que empiezan como el título de este artículo y que recomiendo a las personas que me lean, a saber, “De qué hablo cuando hablo de correr” donde explica cómo entiende el hecho de practicar ese deporte y “De qué hablo cuando hablo de escribir” dónde hace lo mismo para explicar su oficio de escritor. Admiro a Murakami, de modo que llamarle a este artículo “De qué hablo cuando hablo de Terapia Breve” es un homenaje a alguien que me ha proporcionado mucha inspiración.
No resulta fácil escribir en unas pocas líneas sobre algo que te apasiona y le dedicas muchas horas de trabajo, pero voy a intentar describir aquí qué entiendo por terapia breve y cuál es el enfoque que me estimula.
El encuadre o contrato terapéutico
La primera cosa a tener en cuenta es explicitar claramente a qué nos referimos con breve. La terapia es un encuentro entre, como mínimo, dos personas que ponen su inteligencia al servicio de la resolución de uno o varios problemas. Lo que hace especial a este tipo de trabajo es la capacidad de dirimir cuál es el tema que más nos importuna en este momento. Poder trabajar con los aspectos de la vida que más nos duelen en el momento actual, nos permite entrar por una de las puertas del cambio. Por supuesto hay otras entradas, pero a nosotros los terapeutas breves, nos gusta entrar por esta.
Este encuentro al que llamamos terapia, no tiene una duración estipulada. Aunque, en mi caso, suelo reservar en mi agenda una hora por cada paciente, es muy habitual que mis consultas duren treinta o cuarenta minutos. En ocasiones quince, depende del caso, de lo que esté ocurriendo, y del momento en el que se halle la terapia. La experiencia nos ha demostrado sobradamente que hacer durar la sesión durante un tiempo estipulado (por ejemplo, una hora) hace derivar la atención del paciente y el terapeuta a otros temas que a lo mejor no son relevantes para ayudar a resolver el problema. El nudo terapéutico, es decir, aquello que realmente supone cambio, dura lo que dura. En nuestra opinión, hay que aprovechar ese tiempo para trabajar y saber concluir la sesión sin abrir nuevos frentes. Solemos trabajar con un máximo de 10 visitas. Consideramos que, normalmente, la gente no aguanta mucho más tiempo en los tratamientos y si encima no hay cambios en la vida del paciente, pues con razón la gente abandona la aventura. Pensamos que en 5 o 6 sesiones, debería ser suficiente para poder movilizar el caso y facilitar que la persona que consulta se sienta con más control sobre la situación. Puede pasar, y de hecho ocurre con cierta frecuencia que, aun siendo la terapia de ayuda, la persona precise de más sesiones. En estos casos, la norma es “Ni una más de las que hacen falta, ni una menos de las que hacen falta”, así que dependiendo de muchas variables, podemos tener terapias resueltas en una sesión hasta otras que nos han llevado muchas más. Lo usual, es que podamos obtener resultados en esas seis sesiones comentadas.
Resumen: Terapia breve es igual a un proceso terapéutico con un máximo de diez sesiones, con una duración no determinada de antemano que puede durar desde 30 min hasta una hora y con el objetivo de resolver una problemática.
¿Qué se hace en una sesión?
El formato es el de una entrevista. A pesar de que es una conversación libre entre dos personas sobre lo que una de ellas percibe como una dificultad a resolver, en la terapia breve el o la terapeuta asume un rol preponderante. De manera muy respetuosa, el profesional puede hacer preguntas o indicaciones acerca del modo de resolver el tema. Pare ello, se requiere de un tipo de escucha especial, profundamente empática que dé a entender al paciente que está siendo comprendido. Este es un punto troncal, sin duda. El trabajo del profesional está encaminado a establecer una vinculación en la que la persona que consulta siente que se está haciendo “equipo” para resolver aquello que le oprime. Así pues, la persona que viene a una terapia de este estilo, debe esperar una conversación ágil entre terapeuta y ella, dónde él o la terapeuta puede proponer intervenciones y preguntar cuidadosamente sobre el problema.
Otra curiosidad del tipo de terapia que usamos es la que llamamos “prescripciones”, para ahorrar tiempo y dinero a nuestros pacientes, pensamos que proponer tareas comportamentales es una manera de hacer terapia cada día. Eso nos permite espaciar las visitas con bastante buen resultado de modo que logramos economizar en términos de tiempo y dinero todo este proceso. Se trata, en definitiva, de que las personas que consultan se pongan activas para lograr el mejoramiento de sus vidas. Más adelante, en el presente artículo, desvelaremos qué tipo de tareas pueden aparecer a lo largo de un tratamiento.
Resumen: El formato de la entrevista es una conversación a dos bandas. El terapeuta asume un rol preponderante y ofrece sugerencias. Cabe esperar, que un usuario de la terapia breve, realice las tareas que diseñe el terapeuta con el objetivo de resolver una dificultad.
¿Cuál es la teoría de la terapia breve?
Este no es un artículo académico y nuestra voluntad es la de aclarar, de manera sucinta, de qué va esto. A nivel epistemológico diremos que la terapia breve que practicamos tiene un componente fuertemente Ericksoniano y se deriva del trabajo de la Escuela MRI de Palo Alto de los años 70. Para explicarlo mejor diríamos que se basa en un tipo de comunicación muy sugestiva basada en modelos hipnóticos sin trance y pone en práctica un modelo de resolución de problemas basado en la detección de los intentos de solución ineficaces de la persona.
Estos intentos de solución que no han resuelto el problema forman parte del problema a resolver. Veamos un ejemplo, imaginemos que una persona padece de insomnio. Supongamos que este insomnio no tiene un origen orgánico, es decir, no forma parte de una enfermedad. El insomne, seguramente hará muchas cosas para dormir. La lógica de la persona es algo parecido a “He de dormir”. Con este pensamiento, el paciente habrá realizado, con mucha seguridad, muchos intentos para lograr su deseo como, por ejemplo:
Meterse en la cama y obligarse a dormir, intentar relajarse, contar ovejas, leer, escuchar la radio o ver la TV, escuchar audios de meditación, bañarse con agua caliente, hacer ejercicio durante el día, vigilar las ingestas, no tomar café, tomar infusiones relajantes, valerianas, tomar medicación, fumar cannabis, tener prácticas sexuales, etc.
Consideremos la situación, cuando vemos a un paciente insomne después de un cierto tiempo, probablemente nos diga: “Lo he probado todo”. Nuestro trabajo como terapeutas breves nos lleva a conjeturar que una nueva solución basada en la lógica “He de dormir” resultará tan ineficaz como los intentos anteriores. A estos intentos pertenecientes a una misma lógica los denominamos Cambios de tipo 1.
Esta es una de las principales claves: Los cambios de tipo 1, son los comportamientos que hace una persona para resolver un problema basados en una misma lógica de afrontamiento operativo de una dificultad.
Si la persona está en nuestra consulta, significa que estos intentos de solución no han fructificado, por lo tanto se hará necesario un Cambio de tipo 2.
El cambio de tipo 2, es un cambio en la manera de afrontar el cambio y que probablemente sea antinatural para la lógica que perpetuaba el problema. Sigamos con el ejemplo de nuestro insomne. Frente a la lógica “He de dormir” se han realizado muchos intentos, aparentemente muy diferentes. Pero todos son, para el terapeuta breve, iguales. El trabajo del profesional será dar a entender al paciente que esa lógica ha sido infructuosa. Una vez haya hecho esto, podría ser que el terapeuta pidiera a la persona que se acueste cada día a una determinada hora y que se esfuerce voluntariamente a mantenerse despierto. Como el lector o lectora pensará, pedirle que esté despierto es una solicitud contra natura en este caso. Sin embargo, eso es seguro, sabemos que la persona no durmió a la petición “He de dormir”. La petición “Manténgase despierto” será una intervención de Tipo 2. Es una propuesta aparentemente rara y paradójica que probablemente resolverá la situación.
Este tipo de cambio 2 es algo muy habitual en terapia breve, y cuando uno estudia esta modalidad se adentra en un mundo de irreverencia terapéutica.
Resumen: El estudio de las soluciones ineficaces del paciente para resolver un problema son la base de nuestro modelo de terapia breve. A estas soluciones se les llama Cambios de tipo 1. El trabajo del terapeuta se centra en modificar estas soluciones ineficaces para proponer nuevas vías de afrontamiento de las situaciones. A estos nuevos caminos los denominamos Cambios de tipo 2.
El mito de la profundidad
Una de las cosas que solemos escuchar por ahí, es que la terapia breve es superficial, o poco profunda. No creo que haya nada más alejado de la realidad. La idea de la profundidad en la terapia pertenece a un modelo de pensamiento muy médico, no hay que olvidar que Freud era neurólogo, y como precursor de la terapia tal y como la conocemos, aplicó un modelo causal a nuestro oficio. Es decir, si te pasa esto ahora, es porque hay una causa original. Este modelo de pensamiento, funciona a veces y no es raro escuchar a gente “trabajada” en psicoterapia decir cosas del tipo “La teoría ya me la sé” o “Sé por qué me ocurre esto”, sin que la persona pueda enfrentar de manera adecuada para ella sus dificultades. El pensamiento en nuestro modelo de psicoterapia es interaccional. Buscamos conocer la interacción de la persona con su síntoma, y parafraseando a Lacan, buscamos ayudar al paciente a que haga algo útil con él.
Creemos que hay, finalmente, dos tipos de terapia, la buena y la mala. La buena es profunda por definición, cambia modelos de comportamiento en situaciones dónde la persona no tenía recursos, y eso es muy poderoso cuando se hace bien. Muchas personas atendidas en nuestros centros de psicoterapia han hecho cambios, duraderos, estables y potentes. Por supuesto, en algunos casos hemos vuelto a atenderlos, algunas veces por recaídas y otras por nuevas dificultades que la vida, obstinadamente, suele ponernos delante.
Resumen: No consideramos que una terapia sea más profunda que otra por su duración, los cambios profundos pueden darse de una manera rápida. No pensamos tampoco que, por remover el pasado en exceso, una terapia sea más o menos profunda. El éxito de la terapia es una valoración subjetiva de paciente y terapeuta acompañada de cambios en el manejo de su propia vida.
Estas pocas ideas precisarían de un lugar más extenso para poder ser desarrolladas en su totalidad pero lo importante es poder hacer llegar nuestro modelo de trabajo a los y las profesionales del cambio. Ninguna idea está por encima de otra, sólo la práctica diaria nos puede dar las informaciones necesarias para saber si andamos en la buena vía.
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